martes, 22 de octubre de 2013

El derbi de Split in situ

Cuando hablamos de Split, estamos hablando de la segunda ciudad más popular del país tras Zagreb y la más importante de toda la famosa Costa Dálmata. Hablamos de una ciudad que creció en torno al palacio del emperador romano Diocleciano, hoy declarado Patrimonio de la Humanidad y principal atractivo de la ciudad. También goza de fama la ciudad por ser el punto de partida de un gran número de ferrys que llevan a jóvenes con ganas de fiesta y turistas en busca de playas paradisíacas, a las cercanas islas que ocupan el Adriático. Para los deportistas, Split siempre será la casa de la mítica Jugoplastika Split, campeona de la Euroliga de baloncesto y uno de los clubes con más renombre en la historia del viejo continente. Por sus pistas jugaron algunos de la talla de Toni Kukoč. Sin olvidarnos del tenista Goran Ivanišević.



Pero el fútbol juega a parte y Split siempre será la casa del mítico Hajduk, campeón en múltiples ocasiones de la antigua Yugoslavia y más tarde de la independiente Croacia, y uno de los equipos con mayor historia y tradición del país. Tan solo viendo su estadio, el mítico Poljud, te das cuenta de lo que este club abarca y representa. Vistoso, con apariencia moderna y una capacidad para 35.000 espectadores intimida a la mayoría de sus rivales (la ciudad tiene algo más de 200.000 habitantes).


Pero Split tiene también un club a la sombra del gigante. Ahí aparece el Radnički Nogometni Klub Split (RNK Split), un club centenario (se fundó en 1912) y que ha vivido siempre como actor secundario. Un club con una masa social minúscula y con una historia modesta, pero que en los últimos años está destacando por su buen hacer y está creando cierta rivalidad en la ciudad.

                                              

Tuve la oportunidad de visitar Croacia el pasado mes de julio y dio la casualidad de que mi estancia en Split coincidía con el derbi local, una oportunidad que un loco de esto no puede desaprovechar bajo ningún concepto.

El partido empezaba a las nueve de la noche, así que un par de horas antes fui al pequeño Stadion Park mladeži, casa del RNK Split y donde se disputaba el partido. Empezaba a haber ambiente y ya había cola en la única taquilla del estadio. Tras unos minutos de espera pude sacar mi entrada, en la zona "visitante" y casi a ras de campo, a un precio que rondaba los 10 euros (70 kunas), que como luego me explicarían doblaba el precio de un partido de liga normal en ese estadio. Era aceptable.


                                       

                                       

Fui a tomar una cerveza y a empaparme del ambiente, a observar como se vivía un duelo local curioso, entre un gigante y un hermano pequeño, muy pequeño. Los pocos bares de las cercanías al estadio estaban llenos, con gente esperando la hora del partido mientras en la televisión local jugaban el Rijeka y el Dinamo de Zagreb. Eso sí, ni una sola camiseta, bandera o muestra de apoyo al RNK. Empezaba a despertar mi curiosidad y a la vez empezaba a ver que iba a ser complicado traerme a Barcelona una camiseta del pequeño de Split.

Unos minutos antes del pitido inicial entré al campo, previo cacheo de los guardias de seguridad y viendo algunas pintas que como mínimo obligaban a guardar las distancias. Estaba en el bando visitante. Pero rápido me percaté de que ese era el único bando que iba a haber en el Park mladeži esa noche. Lleno absoluto de las 5.000 localidades y 95% de aficionados del Hajduk. Ahora entendía aún más el precio de las entradas, ese día se iba a llenar y no podían desaprovecharlo.

Pitido inicial, un grupo de la Torcida del Hajduk en la grada de en frente cantaba sin parar y daba cuerda a nuestra grada, que respondía con menor entusiasmo. El partido en si tuvo poca historia, 0-3 para el Hajduk, arropado por su afición pese a estar en terreno visitante y con un Jozinović que me dejó impresionado con su despliegue en la banda. Bengalas a mitad de la segunda parte y con el partido sentenciado y la salida de Mate Bilic al campo, abucheado y pitado por la Torcida, que aún recuerda que fue canterano del Hajduk y ahora juega con el rival de la ciudad.

El ambiente parecía calentarse al final del partido con los pocos seguidores del RNK Split y siendo previsor y como espectador neutral, no quería problemas así que no esperé para ver si había celebración o no y con el pitido final emprendí mi camino de vuelta al hostal, rodeado como durante todo el día por pintadas en las paredes con el escudo del Hajduk o el emblema y mensajes de la Torcida. Y es que si una cosa pude ver y me quedó clara tras mi paso por allí, es que el gigante se ha encargado de marcar el terreno. Split es territorio del Hajduk.